La censura literaria

 


De manera repetida muchos estudiosos mencionan que el arte es inherente  a la existencia humana. A la par de ello, la censura ha sido una fiel compañera del arte. Es lógico este binomio si entendemos que las manifestaciones humanas, sobre todo las artísticas, son un medio para dar a conocer ideologías, y que el afán de estas manifestaciones son con fines reaccionarias a los cánones sociales, por lo cual no siempre son bien aceptado; o en su defecto, en muchos de los casos mal interpretados por la elite cultural, la cual se encarga de designar qué es y qué no es cultura desde su palco de honor.

            La literatura para nada está exenta de esta censura ya que el libro, por antonomasia, es el receptor, el almacén del conocimiento universal. Es el guardián de la identidad de un pueblo. Por ello, durante las guerras y en distintas dictaduras los libros son destruidos como símbolo de la eliminación  de la memoria del pueblo oprimido. Bajo esta isotopía Ray Bradbury crea su obra Fahrenheit 451  publicada en 1953.

            Algunos libros censurados podemos mencionar al libro de George Orwell Rebelión en la granja, este libro ha sido prohibido en numerosos países alrededor del mundo por su fuerte crítica a las élites del poder. Otro libro censurado por algún tiempo fue ¿Dónde está Wally?,  obra de  Martin Handford; así es, este inofensivo libro fue censurado por la sociedad retrograda de Estados Unidos ya que la primera edición de este famoso libro por contener imágenes de mujeres con el pecho desnudo.

            Y quién no se acuerda la censura a la obra de Carlos Fuentes, Aura,  que realizara el entonces Carlos Abascal Secretario del Trabajo, durante la gestión de Vicente Fox. Este funcionario se quejó amargamente pues consideró a Aura como “un texto inapropiado”, esto después de que su hija leyera el libro que le dejaron en una escuela privada, ya que, para el  “amplio criterio” de Abascal, la obra narraba escenas sexuales no aptas para una menor como su hija, quien cursaba en ese  momento, el tercer año de secundaria.

         Y tal vez uno pensaría que en pleno siglo XXI con el boom de la tecnología y  la información a la mano de todas las personas la censura sería algo arcaico y retrograda, y más si hablamos en el área del artes; pues no. Por desgracia a mayor información poca comunicación, y últimamente descontextualización. Esto se pudo constatar en las últimas fechas en redes sociales, donde se criticó abrasivamente el cuento de Lucy y el monstruo del autor Ricardo Bernal, el cual es parte del libro de lectura de quinto año de primaria publicado por la SEP. Este cuento es una muestra de un texto de terror en una estructura epistolar, fue calificado como “impropio; cruel,” o hubo quien lo calcó como “un cuento que incita al abuso infantil”.

         Es importante señalar que este cuento fue publicado desde el 2014 en los libros de la SEP, sin embargo el cuento en sí existe desde 1990, y hasta 28 años después alguien lo publica en redes, fuera del contexto pedagógico y la intencionalidad del texto, y es duramente criticado. Fue tan dura la crítica que el autor tuvo que justificar la existencia del texto, cosa que hasta la fecha no había visto que sucediera.

         Por ello la censura en la literatura en la actualidad, no solo dependerá de las elites culturales, o de los regímenes que se establezcan; dependerán también de la interpretación que los lectores tengan de ella y por desgracia, hoy por hoy tienen las herramientas para pulverizar un texto o en definitiva al autor.

 

 

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